viernes, 4 de mayo de 2007

¡Que no, que no quiero verlo!

Tenemos la semana completa, nace la Sofi y a la Panto la meten en cana. No podíamos pedir más.
Con lo de la Sofi llevamos tres días de no parar, oiga, venga canastillas horteras,venga ramazos de flores llevados por pringaos vestidos de botones Sacarino, venga chupar pantalla para no decir nada, que si visita de próceres de la patria, que si Don Juancar no apareció hasta el segundo día, y dale y dale y dale... y así tres días, que se dice pronto.
Un despropósito. Y eso que la niña está por conocer, que cuando salga en los brazos de su plebeya madre, apaga y vámonos!
Con todo, es un acontecimiento si se quiere feliz, casi paraliza el país, pero feliz. Una niña recién nacida siempre da ternura.

Pero qué me dicen de la Pantoja, aprehendida y cargada de cadenas en plena "madrugá", como diría una copla, ante los ojos llorosos de la niña Chaveli y en ausencia del primogénito, Paquirrín, que andaba de fiestuca por lupanares luminosos.
Eso es ya para desmelenarse. Todo porque la "probe Isabel", presuntamente, guardaba en su bolsito de nácar la menudencia de 50.000 dólares y 9.500 euros para los gastos de casa. Y, digo yo, en qué casa decente no hay un bolsito de nácar, o de polipiel que para el caso es lo mismo, con calderilla menúa para los gastillos diarios?
Por qué tanto aspaviento por unos eurillos de ná, malaje de juez, si la tonadillera, nuestra más ínclita representante del acervo cultural patrio, ya cantó por activa y por pasiva que ella "de los dineros del Julián no sabía ná de ná".
Por qué tanto ensañamiento con uno de nuestros estandartes más goloriosos?
La envida, solamente la envidia que corroe los espíritus malévolos motiva tanto linchamiento en todos los medios (también en los enteros, sin duda) de comunicación.
Programas tan sesudos como tenemos en nuestras cadenas se han dedicado durante todo el día a ensañarse una y otra vez con nuestra mártir.
Eso no es tolerable, hay que gritarles que eso no se hace, que no es de bien nacidos ultrajar a una pobre mujer sufriente, perdidita en lágrimas por su hijita desamparada, abrumada por el dolor que su retoño primigenio ahoga entre vírgenes vestales (¡olé!), con la mirada extraviada y los sentíos trastornaos. ¡Jesús, Jesús, qué cruz!
Que no, que no quiero verlo! Apagaré todas las pantallas de mi hogar, desconectaré todos los electrodomésticos, frigorífico incluido, para que no me lleguen los recios llantos de esta santa mujer ni las risotadas vocingleras de sus lapidarios.
¡Que no, que no quiero verlo!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joe no andes cambiando el dominio cada dos por tres... Aunque sabia que lo ibas a hacer por que el otro era una caquita.

arroyolid dijo...

Pues ya te digo.