viernes, 18 de noviembre de 2016

EL SÍNDROME DE DORIAN GRAY

Debo estar de bajón. Hoy tengo la sensación de estar en una pérdida de tiempo insufrible. Leo, escucho, miro y solo veo espectáculo, o al menos esa sensación tengo.

Cuando me he enterado que, ya desde septiembre, un miembro del equipo jurídico del Grupo Parlamentario de Unidos Podemos, esposo, marido o cónyuge de Gloria Elizo, persona de confianza de Pablo Iglesias y componente de la Mesa del Congreso, ha inscrito a la coalición electoral Unidos Podemos como partido político, lo primero que he pensado es que nos han dado gato por liebre.

Que aquella pregunta que se nos hizo a los sufridos inscritos antes de las elecciones de junio sobre el particular y que reproduzco para quien no la conozca o la recuerde, se la han pasado por el arco de triunfo.

Pregunta:

"¿Estás de acuerdo con que PODEMOS concurra a esta segunda vuelta de las elecciones que se celebrará el 26J en alianza electoral con Izquierda Unida, Equo y otras fuerzas que apuestan por un cambio real en este momento histórico y que repita en los mismos términos que el pasado 20D las confluencias En Comú Podem en Cataluña, En Marea en Galicia y Compromís-PODEMOS-#ÉsElMoment en Valencia?"

Como se puede comprobar en ningún momento ni en ningún párrafo se indica que esta alianza electoral fuera a convertirse en partido político.

Pero cuando, como respuesta al revuelo que se ha montado con el temita, las tres fuerzas políticas inclusas en este lío sacan un comunicado para decirnos que no, que no tiene nada que ver, que solo es para garantizar el nombre de la coalición por si las moscas a alguien se le ocurre inscribirlo y ya no pudiéramos utilizarlo, todavía me mosqueo mucho más.

En la deriva hacia la gauche a la que venimos asistiendo día sí y día también, expresada en las diferentes intervenciones públicas de nuestro amado Pablo Iglesias y el personal de su guardia pretoriana (Isabel Montero, la portavoz del rictus permanente, más parecida a la maestra aquella que te molía los nudillos con la regla cuando no acertabas que dos más dos son cuatro; Mayoral. últimamente más calladito; Garzón en su papel de niño del maíz, cosechando los más viejos ramilletes de eslóganes de principios del siglo XX: "¡Proletarios del mundo uníos!";  Ramón Espinar, el nuevo astro ascendente en su interlocución con los dioses; sin olvidarnos del oráculo de Podemos, verbo telúrico y desparramado, conformador de opinión y paseante por platós y espacios impresos, el inigualable Juan Carlos Monedero, además de algunos otros de menor talla o más situados en los laterales), nos podemos encontrar que acabemos como aquel barco en el que el propio capitán dinamita los fondos y hace naufragar mientras en el puente de mando mira iluminadamente el devenir de la historia.

Si no nos damos prisa es muy posible que aquel Podemos nacido de la ilusión, la alegría y las calles, en poco tiempo se convierta en una caricatura de sí mismo. Cuadro que aparentemente siga conteniendo la juvenil imagen en su exterior, en lo visible, pero que en su corazón se vea aviejado de pronto, con ojeras, arrugas y mala leche. Como el cuadro de Dorian Gray, vamos.

Desde hace algún tiempo tengo una duda que me ronda como mosca cojonera. Con los acontecimientos que hemos vivido en los últimos meses. La inoperancia de un partido y un candidato cuasi mayoritario para poder conformar gobierno o, más bien, su increíble manejo de los tiempos políticos hasta conseguir lo inconseguible. Las prisas de unos advenedizos en hacerse muleta de alguien, de quien sea, pero siempre en el nombre de España. La puesta en marcha de la guillotina política del partido mayoritario, por poco, en las izquierdas desorientadas, cobrando la cabeza de su líder como trofeo cinegético y ofreciéndose como sacrificio propiciatorio en un altar trucado, también en nombre de España. Y, finalmente, el descorche del tarro de las esencias más rancias y que peor aroma expanden a su alrededor, por el que prometía ser el redentor de los de abajo, de aquel que venía a romper el tablero de juego por amañado y recuperar la centralidad social y política para transformar las vidas de los plebeyos, haciendo trasversal la alegría y la sonrisa, porque era su fuerza.

Bien, pues después de todos estos acontecimientos concatenados, me barrunto que hay quien se está dando de plamadas en las rodillas mientras no para de reírse desaforadamente. Poquito a poco, se han vuelto a poner las cosas en su sitio. Ni ruptura de tablero ni gaitas, cada cual en el sitio que se le ha asignado de antemano. La derecha o mejor, las derechas, gobernando; la cúpula de la izquierda bipartidista desarbolada y vendida, su bases desorientadas y sin rumbo, campo vacío y sin cosecha. Finalmente la izquierda que no era izquierda propiamente dicha, que era mucho más que eso, volviendo a sus cuarteles de invierno que fuera hace frío. Cerrando filas, rescatando discursos recogidos en el manual del buen militante y dejando tierra de nadie entre las gentes y los próceres.

Si fuera un tipo conspiranoico pensaría que hay una mano negra, en b, que ha maniobrado sabiamente los diferentes resortes para que la maquinaria nunca se salga del carril previamente definido.

No soy conspiranoico, pero que alguien me cuente como se pueden producir tantas casualidades al mismo tiempo, y que todas favorezcan a los de siempre. Ahí lo dejo.

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