lunes, 23 de julio de 2007

MI VIAJE POR EL PERU (Capítulo 1)

Tres de la mañana y sueña el despertador. Lo que hay que hacer para viajar por un precio que dicen módico. Claro que no vamos a Toledo, ¡nos vamos al Perú! Después de más de doce años de convivencia con mi mujer, nos vamos a conocer a su familia, mi familia. Parte está aquí, pero el grueso de la familia está en Lima. Allá vamos.
Nos recoge José, el novio-marido de July, prima de mi mujer, con su furgoneta de reparto de prensa escrita. Maletas, maletones más bien, arriba y con una cara de sueño que tira de espaldas comenzamos el viaje de más de 18 horas. Volamos con KLM y hacemos dos escalas, una en Amsterdan y otra en una islita del Caribe que ni recuerdo el nombre, solo sé que se compran perfumes de marca a muy buen precio en la única tienda que tiene la terminal. Me compré "Tommys" por la mitad de precio que aquí, y encima en dólares, aún más barato. Pero eso llegará más tarde.
Cuando llegamos a Barajas (T-1), aparece desierta la terminal, solo unos pocos zombies con ojos como platos deambulando de un lado para otro. Ni una cafetería abierta, ni el kiosco de periódicos ni de . Como ya llevábamos el embarque hecho desde casa (¡qué gran cosa es internet!), no tenemos de esperar para facturar las maletas y pasamos con rapidez por los scanner y control de pasaportes. Ahora a esperar pacientemente a que anuncien nuestro embarque y... ¡a volar!.
La verdad es que KLM es una de las mejores compañías con las que he volado, y no es que hayan sido muchas veces, pero alguna vez sí que he cruzado el charco. Todo bien salvo que nos equivocamos al pedir ventanilla para Ana, hacía un frío del carajo y llegó a Lima un poco perjudicada de salud, vamos con un enfriamiento de caballo.
La terminal de Amsterdan es una pasada, hicimos escala durante unas dos horas y se nos pasaron volando (nunca mejor dicho), hay una multitud de tiendas de todo tipo, cafeterías, espacios para descansar, jardines internos y hasta casino donde jugarse los eurillos. Fenómeno.
Dejamos Amsterdan y pusimos rumbo al Caribe, siguiente escala como dije. La islita donde aterriza el avión aparece diminuta por las ventanillas, rodeada de un mar turquesa que da envidia. La pista parece tan pequeña que da la sensación que el avión se saldrá al intentar tomar tierra. No ocurre por suerte, pero efectivamente la pista, ya en tierra, no parece, es pequeña. Para ir a la terminal bajamos del avión y vamos andando, eso sí con un calor de muerte. Hay un bar, una tienda pequeñita con perfumes y algún souvenir de la isla, unos aseos que se quedan pequeños para tanta gente y unos cuantos asientos para descansar de estar sentado durante horas. No hay más en la terminal. Suficiente. Casi todo el mundo compra perfumes. Un chollo.
Solo estamos una media hora, justo para repostar combustible y salir pitando a cruzar el continente. Lima se encuentra ya más cerca. Unas cuatro horas más o menos.
Desde luego el viaje se hace largo y monótono. Normalmente en estos viajes suelo leer para pasar el rato. Sin embargo en este no ha sido así, tengo el libro abierto y empezado pero solo he leído unas veinte páginas, poco para tanto tiempo. Estaré pensando en las musarañas. Bueno y viendo películas, que ponen al menos tres. Aunque no recuerdo ninguna de las que echaron en ese viaje tan largo. No sería muy buenas. Anita, a todo esto, va cogiendo más frío aunque se tapa con una cazadora. La verdad es que hace frío. La información que nos dan a través de los monitores sobre el desarrollo del vuelo, indica que en el exterior estamos a -56 grados centígrados. Hace frío, no hay caso.
Pero como todo en esta vida, también el viajecito tiene su fin, y llegamos a Lima. Es de noche, hace calorcito y el aeropuerto está bien animado de gente que espera. Taxistas, familiares, delegados de agencias de viajes con los nombrecitos de sus clientes escritos en cartones para reconocerlos, curiosos, en fin, multitud de gente.
Nosotros llegábamos con hotel reservado y se supone que nos tenían que venir a buscar. Pero el avión llegó con un cierto adelanto, increíble pero cierto. El caso es que allá no había nadie con nuestro nombre escrito en un cartón. Esperamos un tiempo prudencial y al final decidimos coger un taxi y marcharnos al hotel. Pero coger un taxi en el aeropuerto "Jorge Chavez" de Lima tiene su aquél. No es fácil.

No hay comentarios: