Y me siento díscolo en estos momentos. Todo se va al carajo. Después
de tantos años de pelea por conseguir una sociedad digna, solidaria,
humana, participativa.... todo se va al carajo. Una gran desazón. Un
descalabro en el alma, si es que hay alma, que está por ver. Me siento
huérfano político, huérfano de mis líderes, por más que nunca haya sido
demasiado pegado al culto del líder. Ya no hay discurso en mis partidos
de la infancia (sic), la foto de la izquierda está "falluta". Por suerte
quedan los "indignados", los "afectados por la hipoteca", los
"despreferentes", el "15 M", los "yayoflutas", etc.... todos estos
movimientos, toda esta gente descontenta, dispar, mezclada, coctelera de
la sociedad que hoy tenemos, es lo único que salva la dignidad de
nuestra sociedad complaciente y adormecida.
¡Hacía tanto que no
escribía en este blog! Lo cierto es que ya ni recuerdo. Hoy, semana
santa, dicen, me siento con ánimos y cabreo suficiente para volver a la
carga: las palabras son dagas punzantes que penetran en los muros más
duros.
Sigamos hablando pues, que la vida nos debe una
explicación... y algunos, sin duda, una reparación, y hasta un chupito
de penitencia... ¡ya que estamos en semana santa y casi todos los que
nos han jodido son unos fervientes creyentes!
¿Casualidad?
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